
Una crisis es ese punto de fricción en la vida, donde algo deja de funcionar. Puede ser una crisis emocional, existencial, económica, de pareja o de identidad. Es un momento donde todo lo que dabas por seguro se desmorona, obligándote a cambiar.
Seguramente has estado ignorando señales internas que te avisaban que algo no iba bien, y la vida, con toda su grandeza e inteligencia, te pone fin a esa situación, creándote una crisis, gritándote eso que no querías escuchar.
Una crisis puede ser considerada una prueba que “tienes” que afrontar, pero que no “quieres” hacerlo. Es una prueba de la que, si no aprendes nada, se te volverá a repetir hasta que consigas hacerlo.
Las crisis son incómodas, pero necesarias. Son la forma en la que el universo, tu inconsciente o la propia vida te obligan a evolucionar.
¿Cómo se manifiesta una crisis?
Hay que decir, que cada persona es un mundo y que cada uno siente diferente. A cada persona se le manifiesta sus crisis de diferente manera, y suele coincidir con su punto más débil.
A nivel emocional se puede manifestar con confusión, miedo, ansiedad, tristeza o depresión.
A nivel mental se puede manifestar con pensamientos obsesivos sobre el problema, teniendo la sensación de estar atrapado en un bucle mental.
A nivel físico se manifiesta en cansancio extremo, insomnio, tensión corporal, taquicardias, falta de aire, falta de apetito, nerviosismo general, sensación de mareos, hormigueo de brazos y piernas. Y muchas otras más que dependen de cada persona.
Incluso a nivel existencial, un cuestionamiento del sentido de la vida y de quién eres.
Una crisis se siente como estar en el medio de una tormenta sin saber cuándo acabará. Pero siempre acaba. Hay que darse tiempo.
La dualidad en la vida
Yo creo profundamente que el mal es necesario para que exista el bien; que, para que haya bienestar, tiene que haber malestar, y que, para estar bien, primero se debe estar mal.
¿Te puedes imaginar un mundo en el que no hubiera nada malo? No existiría lo bueno tampoco. Si no hubiera nada malo, habría que inventarlo. Al final, el sentido de la vida es recorrer nuestro camino, y de las experiencias, sacar lo mejor de nosotros. Sin crisis no podemos desarrollarnos como personas, no podríamos evolucionar.
¿Qué ocurre entonces? ¿Por qué no puedo soportar esta incomodidad? ¿Por qué tengo ansiedad, depresión y ese nudo en el estómago que no me deja vivir? Creo realmente que nadie nos ha enseñado a vivir la vida de este mundo. Este mundo tiene unas leyes, que si no las respetas, el mismo mundo te lo hará saber de la mejor forma que sabe, poniendo delante de ti, “tu propia crisis”. Una crisis adaptada y creada específicamente para ti. Obligándote a afrontarla y abrazarla a partes iguales.
Afrontar y abrazar tu crisis
¿Por qué afrontarla? Porque si huyes y tienes miedo de ella, te va a perseguir hasta la saciedad… ¿por qué abrazarla? Porque con el abrazo y el amor, es como se desvanecerá. Notarás como se diluye entre tus brazos, y, con el tiempo, se irá. Pero no se irá sin más, se irá porque has aprendido algo muy valioso, a amar; pero no a amar sin más, si no a amar a tus sombras, a eso que rechazas de ti y que duele. Si cuando estás en medio de tu crisis, te relajas y aceptas tenerla a tu lado, se hará tu compañera, tu guía, sentirás por donde continuar tu viaje, formará parte ti. Y lo mejor de todo, no es que superes la tormenta, que también está bien, si no en la persona en que te has convertido.
¿Cómo afecta una crisis a nuestra vida?
Una crisis desafía tu identidad. Te obliga a replantearte quién eres realmente, ver lo que ya no funciona en ti, y cambiarlo por algo nuevo. Te obliga a salir de tu zona de confort, aunque no quieras, y te empuja al cambio. Todo esto puede destruirte o hacerte más fuerte. Pero depende de ti y de cómo lo afrontes.
Las crisis no son el final, son el puente hacia una nueva versión de ti. Pero solo si decides aprender de ellas.
Herramientas para afrontar una crisis
Es importante aceptar lo que nos está ocurriendo, porque al resistirte a ello, tu crisis permanecerá. Deja de luchar contra ella y abrázala. “Lo que se resiste persiste. Lo que se abraza se transforma”.
En vez de victimizarte, dale un nuevo enfoque. Pregúntate: ¿por qué y para qué me pasa esto? ¿qué tengo que aprender de ello? Cambias directamente la queja por la curiosidad y el aprendizaje. A la mente eso le encanta.
Saber diferenciar lo que puedes controlar y lo que no. No puedes controlar lo que pase en el exterior o cómo te trate una persona. Deja que fluyan esas circunstancias, sin luchar por ellas. Eso te debilitará. Pero sí depende de ti, tu actitud, tus acciones y tu mentalidad. Trabaja en ellas.
Ver la crisis como un observador te coloca en una posición privilegiada. Mejor que como víctima. Si observas el miedo pierde mucho poder. Dite el mantra: “No estoy hundido. Estoy en proceso de cambio”.
Date tiempo. Toda crisis tiene un ciclo. Hoy duele, pero en un año lo verás como un punto de inflexión. Ten paciencia contigo mismo.
Una crisis no es el fin. Es la señal de que estás a punto de evolucionar.
Abraza y ama a tu crisis.
Deja una respuesta